lunes, 18 de octubre de 2010

Nueva intervención

Ética y moralmente hablando las explosiones producen escalofríos. Esa destrucción fílmica. Ya no sé q pensar. Vamos por buen camino. Lo propio del dispositivo; lo morfológicamente obtuso: todo eso es más fuerte q nosotros. Es incontrolable. La música parece calmarlo todo. Busca tranquilizarnos. Pero no. La música es tan fuerte como las explosiones. Sin la música no existirían las explosiones. Las explosiones existen porque existe la música.


¿Pueden acaso esas explosiones (esa música) destruir lo que vemos? Sí, en cuanto a eliminar las imágenes; el fílmico –lo material. Pero no va más allá de eso. La explosión empieza y termina en lo que vemos. Tiene un límite inviolable. Nosotros somos ese límite: nosotros como barrera; como pared. Ya la imagen, a esta altura, no es nada. Pierde el valor. Se cosifica al más alto nivel. No caigamos en sentimentalismos inútiles. La imagen, al igual que el límite, somos nosotros. Nosotros le damos sentido a las imágenes. Nosotros no somos lo que vemos sino lo que pensamos de lo que vemos.


Pero la imagen es pensamiento para el que la crea, una tras otra. Ahí el hombre nos da, nos entrega, no imágenes sino lo que piensa; y, entonces, en ese momento, nosotros somos lo que pensamos de lo que vemos por el hecho de que no fuimos nosotros quienes controlaron esas imágenes. Fue otro. Y nosotros somos ese otro para el otro y, de alguna manera, buscamos la decodificación de ese mensaje. Pero a veces ese mensaje no necesita decodificarse. Incluso puede dejar de llamárselo mensaje y verlo como simple fuegos artificiales, o, mejor dicho, increíbles fuegos artificiales.

1 comentario:

  1. "Pero a veces ese mensaje no necesita decodificarse"
    Lo curioso del lenguaje es que se cree que es necesaria toda decodificación, literal, metafóica, la mar en coche. Si es lenguaje, es completo, es todo, no necesita decodificació: la de-codificación es mugre, es alejarse de, es no entender el verdadero lenguaje que sólo llega

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